lunes, 10 de mayo de 2010

Las últimas profecías de fray Celso Valdivia




A raíz de los sucesos acaecidos el pasado mes en relación con la nube de cenizas volcánicas que tantos trastornos han ocasionado en buena parte de Europa, he vuelto a revisar el manuscrito que contiene las profecías del monje benedictino, que vivió en el siglo XV, llamado Celso Valdivia. Dejaré para otro momento la explicación de cómo cayó en mis manos tal manuscrito, ahora me interesa tan solo hacer llegar a quienes lean estas líneas lo acertadas de sus predicciones, por absurdos que parezcan los métodos empleados para su determinación.
En primer término debo aclarar que fray Celso Valdivia fue un hombre que mantuvo el máximo respeto por la regla propia de la orden religiosa a la que pertenecía, un monje ejemplar y un maestro de aptitudes envidiables como didacta. Enseñó matemáticas no solo en su monasterio, sino en villas y aldeas, logrando que niños y adolescentes de familias muy pobres tuvieran acceso al aprendizaje, sobre todo de las matemáticas, la especialidad de fray Celso Valdivia, sin tener que pagar por los servicios de tan buen profesor. Quizá esta afición del monje a las matemáticas le inspiró sus otras aficiones, como el vaticinio del porvenir a través de lo que en principio denominó Indicios por los ábacos y, más tarde, Tarotmética, palabra que resulta de la fusión de tarot y aritmética. De hecho, inventó un tarot numérico, que le servía para entrar en trance y hacer algunos pronósticos menores, en donde el 13, que representaba mediante 4 triángulos equiláteros inscritos sucesivamente uno en otro (en total trece de distintos tamaños, como se ve en gráfico adjunto), era la carta más poderosa pues se componía de 1, símbolo del único Dios, y 3, la Santísima Trinidad, aparte de que, como es sabido, 13 reúne a los doce apóstoles más Jesucristo.

Pues bien, uno de los sistemas que empleaba Celso Valdivia en sus predicciones consistía en una especie de juego matemático en el que comenzaba por factorizar el número correspondiente al año del que pretendía hacer alguna revelación. Así, en el caso que nos ocupa, es decir, el 2010, el monje llegaba al resultado: 2010 = 2·3·5·67. A esta descomposición factorial le llama Celso Valdivia secuencia profética, según la cual el factor o dígitos de factores que falten en dicha secuencia indican meses del año en cuestión en el que ocurrirán acontecimientos problemáticos, o que van a iniciarse. Si nos fijamos en las cifras que aparecen, descubrimos que no figura el 4, que representa el mes de abril, lo que inspiraba al monje para indagar, ya en trance, acerca del significado de tal ausencia. Para el resto de meses, enero, y desde agosto a diciembre, no se puede decir nada, a no ser que se utilicen otros métodos, como su tarot numérico. Mi trabajo me costó adaptar el castellano antiguo de fray Celso Valdivia, pero transcribo los versos en los que realiza su augurio el monje, después de finalizada su visión en estado de trance, relativos al mes de abril de 2010:

Vapores del infierno hacia las nubes
de isla en isla llenando el continente,
hollín de los demonios que acrecenta
la desesperación de los viajeros.
Paralizada Europa con sus rutas
del aire saturado de cenizas,
desastre que anticipa otro desastre
y a desastre anterior se va sumando.


Acabaré por hoy refiriéndome a un año siniestro, pero del siglo XXII (el monje hacía uno o dos vaticinios por siglo tan solo). Se trata del 2136, para el que Celso Valdivia predice una especie de hecatombe, algo similar al fin del mundo. Asegura que acaecerán catástrofes sin precedentes que conducirán a la humanidad a un período de estancamiento y a la amenaza de extinción. Enfermo, al borde de la muerte, escribe dando a entender que relata el fin de los tiempos, que tal vez otro mundo sea posible, pero no perteneciente a los seres humanos. Sitúa el momento álgido de la hecatombe en junio de 2136, basándose en que: 2136 = 2·2·2·3·89 = 2·3·2·2·89 = 2·3·4·89. Como se observa, en la secuencia faltan el 5, el 6 y el 7, de donde deduce que los meses más problemáticos son mayo, junio y julio de ese año. A partir de esto, se concentra para acceder a su estado de trance, gracias al cual captar las visiones que le faciliten emitir su profecía. Pero, como otras veces anteriores, su alma se une al alma de una persona que vivirá en esa época, padeciendo las desgracias que Celso Valdivia pronosticará. En este caso su comunión espiritual es con un joven que se dirige a su trabajo en ese mes fatídico de 2136, pero las terribles experiencias que narra el monje, tras el regreso a su presente del siglo XV, las dejaré para otra ocasión, cuando vuelva a retomar el ajado manuscrito de fray Celso Valdivia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy interesante lo de las profecías del monje celso, pero me dejas con ganas de saber más o mejor de saber todo. gracias por escriber tan bien. te seguiré leyendo siempre que te encuentre

Anónimo dijo...

he leido el resto de fray celso que escribes, si es cierto, es asombroso y de pena el destino que nos espera. te repito...que bien ecribes...yo soy principiante...pero no llegaré a tu destreza...

Anónimo dijo...

a propósito de las profecias de este señor, que dice si no he entendido mal, que el fin de la humanidad pudiera ser sobre el dos mil y pico. sin embargo, leyendo a nostradamus, este situa el fin de la humanidad, hacia el tres mil y pico y desde luego pasando antes por una era de paz, etc. en el mundo. por lo que me parece que coinciden poco uno y otro.